viernes, 16 de septiembre de 2011

Opera en el Teatro Real de Madrid: Las bodas de Fígaro

El pasado 30 de mayo tuve la tercera función del abono de ópera, en el Teatro Real de Madrid.


Esta vez no tenía que molestarme en elucubrar sobre si la ópera que iba a ver me gustaría mas o menos, o nada, ya que era "Las bodas de Fígaro" de Mozart.


Así que la duda solo podría provenir del montaje, el director de orquesta o los interpretes.

Ya hablare de esto mas adelante; ahora hagamos un poco de historia sobre la función.

Las Bodas de Fígaro, ópera cómica en cuatro actos, con libreto de Lorenzo Da Ponte y música de Wolfgang A. Mozart, una de las tres óperas en las que ambos colaboraron, y con la que se superaron ampliamente las convenciones del genero bufo, supuso un notable éxito, ya en su estreno el 1 de mayo de 1.786, en Viena, del compositor.

Lorenzo da Ponte se inspiro en la aclamada, en el momento, comedia del escritor francés Pierre-Agustin Caron de Beaumarchais, una crítica de la aristocracia y de las relaciones sociales existentes a finales del s. XVIII, en los momentos prerevolucionarios, que vivía con intensidad la sociedad francesa de la época

Aunque estaba prohibida la representación de la obra de teatro en toda Europa, el emperador José II de Austria, dio su consentimiento para la composición de la ópera, después de pactar con Da Ponte y Mozart, que suavizaron las escenas mas violentas de denuncia política y social, dándole al conjunto un tono mas festivo que dramático, y potenciando la difusa sensualidad de la obra.

El argumento es una historia de enredos, amores y desamores bastante complicada.

Fígaro y Susana, ayuda de cámara y camarera respectivamente del conde de Altaviva y su esposa, la condesa, desean casarse y solicitan al conde que renuncie a su privilegio feudal de pasar con la novia la noche de bodas (derecho de pernada, por otro nombre).

Pero el conde, después de aceptar la petición, intenta, infructuosamente, seducir a Susana.

Empiezan así una serie de enredos, conspiraciones, juegos de falsas identidades, en los que también participa la condesa, dispuesta a dar su merecido a su marido.

Tras numerosas peripecias, los criados consiguen cumplir sus deseos de casarse, e incluso obtienen las disculpas del conde.

Es un argumento subversivo para la época, en que las capas sociales estaban estratificadas y no contaba mas que el lugar social donde cada uno había venido al mundo; la aristocracia gozaba de todos los privilegios y los demás dependían de ellos.

Esta obra cuestiona todo lo que se llama Antiguo Régimen, al cual le quedaba poco recorrido histórico.

Como de costumbre en Mozart, el argumento le sirvió para desplegar su maravillosa música. La ópera está llena de ricas melodías y pasajes soberbios, por lo que es difícil destacar unos números de otros. Están equilibradas las intervenciones de los solistas, arias, cavatinas etc., con los conjuntos.

Mozart no se inspiro en aires españoles. La única muestra relacionada es el fandango.


La ópera presentada en el Teatro Real es una reposición, ya que con el mismo montaje, aunque con distinto director de orquesta y cantantes, se había interpretado en 2.009.

A pesar de los aires rompedores del nuevo director del Teatro Real, G. Mortier, la dirección de escena de Emilio Sagi, con montaje de Daniel Bianco, es clásica.

El propio Sagi desvelo que deseaba que Las Bodas de Figaro fueran hiperrealistas, sevillanas y con perfume español.

La producción es bellisima y con momentos magníficos. Fue lo mejor de la función

Bien, pues ya estaba dispuesta a disfrutar, sentada en mi butaca.

Pero, al poco de empezar la Obertura, con la dirección musical de Víctor Pablo Pérez, ya me pareció que le faltaba brío; la orquesta estaba tocando como sin relieve, de una forma plana, poco apropiada.

No solo fue la lentitud, sino la monotonía con la que se interpretaba la ópera.

Para colmo la orquesta tapaba en ocasiones a los interpretes, alguno de los cuales andaba escaso de voz.

Y así continuo toda la función.

Los cantantes, el barítono norteamericano Nathan Gunn, en el papel de Conde Almaviva y la soprano alemana Annette Dasch, en el de la condesa, no se desenvolvieron demasiado bien, ni en el canto ni en la interpretación, aunque ella canto un par de arias pasablemente y me gusto mas.

La soprano polaca Aleksandra Kurzk estuvo a cargo de Susana; fue de menos a mas y por encima de los condes, aunque su interperetación no fue nada memorable.

Dentro de los principales personajes Alessandra Marinelli y Pietro Spagnoli como Querubino y Fígaro estuvieron a mas nivel, y cumplieron adecuadamente.

Pero fue uno de los secundarios, Carlos Chausson en el papel de Bartolo el que mas me gusto, sin duda.

Saco un chorro de voz que ponía en evidencia a los demás cantantes con sus pequeñas vocecitas; exhibió con acierto sus dotes histrionicas, e interpreto su corto papel con ímpetu y brillantez.


Aun con todo esto, Mozart es Mozart y su ópera magnifica.

Mozart, Sagi y Carlos Chausson, por destacar a uno de los cantantes, fueron las estrellas de la función.


2 comentarios:

  1. ¡Qué penita! Menos mal que al menos uno de los cantantes estaba a la altura.

    Besos

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  2. Ya me funciona el correotal como me lo arreglaste.
    Besos

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