viernes, 8 de enero de 2016

4º día en Jordania: Petra


Hoy llegábamos a uno de los grandes monumentos de Jordania y del mundo: Petra, la ciudad de los nabateos.

Después de haber descansado, del cansado viaje de ayer, en el hotel de Wadi Musa, con magnificas vistas al monte donde Moisés, por orden de Yhave, golpeo la piedra de la cual broto agua para calmar la sed de los israelitas, durante su largo peregrinar por el desierto del Sinai, salimos hacia la cercana Petra.

 Llegamos, en primer lugar a una gran plaza. que reune tanto el Centro de visitantes como terrazas. tiendas y restaurantes, donde se pueden quedar los frustrados visitantes, que allí se enteran de que para llegar al monumento del Tesoro hay varios kilómetros y para repostar en el único restaurante que hay en la zona, mas de 4.5 km., caminando o bien  alquilando una pequeña calesa tirada por burro, mula, o jamelgo, y conducida por un jordano, que va dando saltos, mayores o menores durante todo el recorrido, y no tiene mas remedio que optar por una de estas dos opciones.
                                                         
Bien, pues antes de adentrarnos en las fastuosas edificaciones de Petra, sepamos algo de ella.

La extensa zona donde se encuentra Petra, la capital nabatea, estuvo habitada desde el Paleolítico, 10.000 años antes del nacimiento de Jesucristo.

Diversos pueblos vivieron en ella como los edomitas o idumeos, pueblo semita mencionado en la biblia, como descendientes de Esau, el hijo mayor de Isaac, que después de vender su primogenitura a su hermano Jacob por un plato de lentejas, se traslado al desierto de Judea, donde se convirtió en el patriarca del pueblo edomita.

En el s. VI a. C., el próspero reino edomita de los s.VIII y VII,  entro en decadencia, tras la conquista babilonia de Judea, dando paso al pueblo nómada de los nabateos, procedente de la Península Arábiga, posiblemente de Yemen, que acabaría suplantándolos por completo.

Los nabateos, habitantes del desierto dedicados al pastoreo, conseguían sobrevivir en ese hostil medio, gracias a que excavaban grandes cisternas en la roca, donde recogían y almacenaban el agua de lluvia.

La prosperidad del reino nabateo se debió al control de las rutas comerciales entre Arabia y las costas mediterraneas y entre Egipto y Mesopotamia.

Durante el s. IV a.C. los nabateos lograron un gran nivel de riqueza debido al comercio de la plata, incienso, mirra y especias y al control de las caravanas, a las que suministraban agua y alimentos y a las que cobraban peaje.

Debido a su privilegiada posición estratégica y a la protección de la morfología geológica de la zona, pudieron resistir los intentos de conquista de helenísticos, egipcios y seleucidas sirios y aprovecharon su fortaleza para extender su territorio, que comprendía desde la actual Siria hasta el golfo de Aqaba, es decir el Neguev, el Sinaí, Transjordania y parte de Arabia

Los reyes nabateos hicieron templos, edificios administrativos y túmulos, con frecuencia excavados en la piedra caliza, facilmente moldeable, de gran belleza, que hicieron de su capital, Petra, una de las ciudades mas bellas de la antigüedad.
                                                                             

Tras la próspera época del rey Aretas IV, gran constructor, el reino nabateo paso a estar asociado al Imperio Romano, y varias décadas después, tras un descenso del comercio, que llevo aparejada la decadencia de su prosperidad, durante el reinado del emperador Trajano, fue incorporada a la provincia romana de Arabia.

Esta unión se produjo sin ninguna lucha, pero freno su desarrollo, aunque se siguió construyendo hasta finales del s. III.

 La causa principal del declive de Petra se debió al surgimiento de otros centros caravaneros, como Gerasa y Palmira, y a un terrible terremoto del año 362, que provoco la destrucción de templos, edificios administrativos y viviendas, de manera que la ciudad quedo reducida a algunos pequeños núcleos de población dispersos.

Durante el Imperio bizantino Petra fue sede episcopal, y se aprovecharon algunos edificios para iglesias y se utilizaron algunas de las viviendas desocupadas.

Tras la invasión y conquista musulmana de 663 Petra cayó en el mas absoluto olvido,  hasta quinientos años mas tarde, cuando los cruzados entraron en la zona y crearon una fortaleza: Wadi Musa, (el Valle de Moisés).

En el s. XIII una expedición del sultán mameluco Baybars, en el año 1.276, que se dirigía a sofocar un levantamiento en Karak. paso por Petra.

A partir de entonces la ciudad se vio sumida en el abandono y el olvido, que duro cientos de años, siendo ocupada por tribus de beduinos que vivían ignorados del mundo y protegidos por las rocas y montañas de Petra.

Su descubrimiento tuvo lugar en 1.812 por el explorador, aventurero y espía  suizo Johann Ludwig Burckhardt, que utilizo su inteligencia, ingenio y tenacidad para descubrir Petra.

Burckhardt adquirió fama de excelente explorador gracias a su carácter metódico y calculador, de manera que fue contratado por la Sociedad Africana, institución que promovía descubrimientos, tanto en África como en Oriente Medio.

En Siria estudio la lengua árabe, que llego dominar y fue en Oriente Medio donde oyó por primera vez hablar de una ciudad perdida en el desierto, a los caravareneros y camelleros que atravesaban el mismo.

 Aunque al principio hizo poco caso de estos relatos, ya que consideraba que los habitantes de esa zona tenían tendencia a la fabulación de historias fantásticas sobre tesoros, después de leer a Estrabón, geógrafo griego del s. I a.C, que se refería a una ciudad tallada en la misma roca, en el territorio que hoy día es Jordania, empezó sus investigaciones para concluir que existía una zona en la que ningún europeo había pisado, en los montes situados en Wadi Musa, donde según la biblia se encuentra la tumba de Aarón, el hermano de Moisés.

 Después de hacerse pasar por un peregrino musulmán, con el nombre de Ibrahim ibn Abdullah, que quería honrar la tumba de Aarón, un profeta venerado también por los musulmanes, de ser abandonado por el guía beduino que había contratado en Amán y de ganarse la confianza de una tribu beduina que habitaba a la entrada de Wadi Musa, y conseguir un guía de la tribu, siempre con el motivo de llegar a la tumba de Aarón, emprendio la busqueda de la desconocida y fabulosa ciudad de la que habia oido hablar, Petra
.
Traas caminar, subir y bajar por aquellos parajes, un día entro en un larga grieta, de un largo desfiladero, El Siq, con paredes de mas de cien metros que impiden la entrada del sol en las zonas mas estrechas, y tras avanzar un km se encontró de frente con el Kashné o Templo del Tesoro, un espectáculo digno de los dioses, que lo dejo clavado en tierra.

Esto que vio su descubridor Burckhardt, era lo que ahora íbamos a contemplar nosotros.
                                                             
Salimos desde el núcleo de tiendas, cafeterías y autobuses y bajo un sol que ocupaba todo el firmamento y que iba calentando mas de lo deseado, entramos en un camino polvoriento que llevaba a las montañas. Enseguida nos encontramos con las primeas construcciones, los cubos de Dijn, y otros túmulos, sobre los que los  arqueólogos aun no han decidido si son túmulos funerarios o tenían otro uso.
                                                                               

Con construcciones, a un lado y a otro, avanzamos hasta  la mayor de la zona, la Tumba de los Obeliscos o Tumba de las Pirámides, por la influencia del arte egipcio en su decoración. Tallada en la piedra de la roca, ha estado y está muy expuesta a la erosión, aunque aún se puede contemplar su belleza casi integra.

                                                                               
Muy cerca de esta gran tumba se encuentra la entrada al Desfiladero del Siq.
                                                                         

Esta, podemos decir, gran grieta, de un km mas o menos de longitud, va serpenteando sinuosamente, dejando a ambos lados las paredes de 100 o mas m., que no dejan pasar la luz del sol, ni ver el esplendoroso cielo de Jordania. aunque la senda se ensancha y se estrecha a su antojo, durante casi todo el recorrido, dejando ver de vez en cuando, el sol y el cielo.
                                                                                   

                                                                         

Es un paraje natural sorprendente, un sendero fascinante como hay pocos en el mundo, decorado con pequeños nichos votivos, uno de los cuales nos fue mostrado, una figura antropomorfa, sin cabeza, como uno de los dioses nabateos; 
                                                                       
                                             
se ven también dinteles, pequeños obeliscos, restos de estatuas, todo ello tallado en la roca, lo cual indica que era un lugar sagrado, entrada de los grandes monumentos nabateos.

Al acabar el desfiladero, el guía nos hizo detenernos, cerrar los ojos, y respirar hondo para que la visión que íbamos a tener, apareciera de pronto, como una  sorpresa.
                                                                                 

Cuando abrimos los ojos ojos delante de nosotros había una gran fachada tallada en la piedra rosa, que, verdaderamente  produce un impacto, ya que es maravillosa.
                                                                         

Allí nos quedamos un rato contemplando el Kashné o Templo del Tesoro, nombre que le viene de una leyenda sobre un tesoro nabateo, guardado en la urna central que corona la fachada.

En esta fachada, tallada en la roca, de 40 m de altura por 28 de ancho, se pueden seguir las diversas influencias, egipcias, y helenísticas, que inspiraron al arquitecto, que de esa forma consiguió este bello monumento. Fue construido probablemente en el s. I a.C. por el rey nabateo Aretas III.

Se desconoce si era templo o tumba. Los beduinos que vivieron en Petra, que habían sometido la ciudad al saqueo, creían que había un tesoro magnifico, escondido por piratas en la gran hornacina central, hacia la cual disparaban, impactos que se pueden apreciar a simple vista.

Se puede prescindir de la visita al interior, ya que no hay mas que una sala cuadrada, cuyas paredes tienen los relieves de la roca como única decoración.

Este monumento es una de las 7 maravillas del mundo moderno, declarado en 2.007.

Nos quedaba todavía mucho por ver, así que tras contemplar largamente el Kashné, seguimos por el  Siq exterior, mucho mas ancho que el desfiladero, llamado "Vía de las Fachadas" con numerosas tumbas, algunas muy bellas, y otras bastante erosionadas, a ambos lados, moldeadas en la roca, como si de barro se tratara,
                                                                   
                                                                 
 entre las que destaca la Tumba de Uneishu, un noble nabateo, con fachada mayor que las demás de la zona y doble cornisa.
                                                               

Hay muchas mas tumbas, o túmulos funerarios, ya  no pretendo hacer un catálogo, que sería largo describir.

 Si se puede, hay que ir a Petra y verlo con los propios ojos, pues es uno de los grandes y sorprendentes lugares del mundo.
                                                                   


                                                                         
Al final de la calle se encuentra el majestuoso Teatro, tallado en la roca, construido por los nabateos en el I a.C. y reformado por los romanos en el s. I d.C, para darle un mayor aforo, donde podían reunirse hasta 7.000 espectadores.
                                                                 

Recorrimos aquel enorme espacio, donde vivió y construyo el pueblo nabateo, con una parada en uno de los improvisados bares a modo, casi, de tienda beduina, donde nos refrescamos con un zumo de naranja recién exprimido, y con todas las garantías, ya que además de hacerlo a nuestra vista, el camarero se puso guantes desechables.

Nosotros caminamos por el sendero principal, pero los diversos caminos de Petra están jalonados por
cientos de edificios, tumbas, baños, templos, arcos, columnatas, todo lo que una próspera ciudad como fue Petra, podía permitirse.

Llegaba la hora de reponer fuerzas, para lo cual fuimos al único restaurante de la zona; se nos ofreció un buffet muy parecido al de otros restaurantes del país, ensaladas, humus, verduras, carne, apropiado para el calor del desierto.

Tras descansar un rato, unos cuantos de la excursión nos animamos a subir los mas de 800 escalones hasta otro monumento de la ciudad, el llamado Monasterio, o el-Deir.

La ascensión hasta allí es un poco penosa, sobre todo por el calor, porque los escalones están bastante deteriorados, y por las curvas y mas curvas del recorrido.

Otra de las maneras de llegar a la cima es montando un asno, en compañía de un guía. Vimos bajando a toda velocidad a varios de ellos, y daba miedo como saltaban entre curvas y escaleras. En esos momentos agradecí a mis pies poder subir con mi solo esfuerzo y no montada en un burro kamikaze.
                                                                       

El-Deir vale la escalada.

 Habíamos llegado. Un gran monumento excavado y esculpido en la roca se ofrece a la vista una vez superada la ultima curva y el ultimo escalón.
                                                                               

Fue construido por los nabateos en el s. I, en honor del rey Obodas I, y es el segundo monumento mas importante de Petra, tras el llamado Templo del Tesoro o Kashné, al cual se parece mucho a simple vista, ya que los dos son ejemplos del clásico arte nabateo. Hay que fijarse en los detalles para ver las diferencias.

El interior, una sala cuadrada sin adornos, está vacío como los otros monumentos nabateos; se desconoce el uso que tenía, quizás fuera empleado para ritos funerarios, pero no se han encontrado tumbas en su interior.
                                                                     

Desde allí se contempla una hermosa y amplia vista de la zona,

Después de descansar y refrescarnos emprendimos la bajada. que resulto mas llevadera que la subida.

Una vez en la base de la montaña seguimos el camino que ya conocíamos, de vuelta.

Impresionante Petra. Todo en ella, paisaje, montañas, colores, monumentos, asombra y regala la vista.

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