lunes, 22 de enero de 2018

Chefchauen


Desde Tetuan continuamos, adentrandonos en tierra, con mas calor que cerca del mar, hasta llegar a Chefchauen. precioso enclave digno de visitarse.

Chefchauen, Xauen, o simplemente Chauen, como se la conoce también,  está situada en la estribaciones de las montañas del Rif, y cuenta actualmente con mas de 35.000 habitantes.

Fue fundada por el cherif Abu Yumas al-Alami en 1.472, para contener las incursiones de los portugueses que ese mismo año habían ocupado Tanger y Asilah.

En 1.492 tras la caída del reino de Granada y su rendición ante los Reyes Católicos, llego a la ciudad un importante contingente de musulmanes y judíos sefardíes.

En 1.540 otro gran número de moriscos se establecieron en ella, dándole gran prosperidad; se desarrollo una gran actividad constructora, como la mezquita mayor, albergues de mercaderes, una escuela coránica, y el primer baño público, que dio el nombre a la plaza principal, Utta el-Hamman.

En el s. XVII, 1.609, llegaron los últimos moriscos expulsados de la Península Ibérica. que se establecieron en un nuevo barrio. Después de esta última oleada el crecimiento de Chauen fue mucho mas lento.

Chauen fue ciudad sagrada durante mucho tiempo, en la que se prohibía la entrada de infieles (no musulmanes), lo cual hizo de ella una ciudad desconocida y misteriosa, solo visitada por aventureros y viajeros, que se introdujeron disfrazados, el primero de los cuales fue Charles Foucauld, en 1.880, que
se disfrazo de rabino para poder entrar y que la describió así, aunque realmente yo no estoy de acuerdo con la comparación:

"Eran las seis de la mañana cuando llegaba; a aquella hora, los primeros rayos del sol, dejando aún en la sombra las primeras masas oscuras de las altas cumbres que dominan la ciudad, doraban apenas las puntas de los minaretes, el aspecto era de una belleza irreal:Con su viejo torreón de aire feudal, sus casas cubiertas de tejas, sus arroyos que serpentean por todas partes, podría uno haberse creído, mas bien, ante un burgo apacible a orillas de Rhin. que ante una de las ciudades mas fantásticas del Rif"

 Fueron los españoles los que abrieron la ciudad, al establecerse el Protectorado (1.912-1.956). El aislamiento acabó cuando en 1.920 el coronel Castro Girona, disfrazado esta vez de carbonero, logro entrar y convencer a las autoridades, entre presiones y promesas de recompensas, a que entregaran la ciudad a los españoles, que ya contaban con el Protectorado nominal de la zona desde 1.912

 Durante la época del Protectorado se construyo la carretera Tetuán Xauen, tres grandes cuarteles, un hospital militar y equipamientos administrativos, sanitarios y educativos, además de redactar un Plan  General de urbanismo.

Hasta 1.975 tuvo un crecimiento lento, para irse acelerando, con la llegada del turismo y su nueva prosperidad. Hoy día se construyen edificios hasta de cuatro plantas, que, van cambiando, desafortunadamente para su belleza, el tradicional y medieval aspecto de Xauen.

La medina, gracias al impulso turístico y a la atención del rey Hassan II y su hijo y heredero Mohamed VI, históricamente enemistados con el Rif, está cada vez mejor cuidada y luce con todo su encanto y esplendor.
                                                                   
                                                       
Adentrémonos, pues en la medina, que parece un escenario de los cuentos de las Mil y una noches.
                                                                             

La medina tiene callejuelas estrechas, rincones preciosos, puertas, escaleras y paredes pintadas con un  llamativo color azul, que la hace llamar Ciudad azul, que parece proviene de los refugiados judíos que llegaron a Chauen en 1.930 y que empezaron a repintarla, y distinguirla del color verde, común en las puertas y ventanas de Marruecos, que se asocia a la cultura musulmana, y que simboliza, también  el cielo azul y la libertad. Sea como fuere ese color azul ha hecho de Chefchauen una de las poblaciones mas pintorescas de Marruecos.

Entramos en la medina por la puerta sur, que da a la calle mas importante, que cruza esta población de oeste a este.
                                                                             

Subimos por un estrecho callejón, verdadero zoco lleno de tiendas de recuerdo, ropa y artesanía, donde algunos de nuestros compañeros pararon a comprar artesanía y que desemboca en la plaza principal, centro neurálgico de la ciudad, la plaza de Uta el-Hamman.
                                                                     

Destaca en esta plaza, corazón de la medina, de gran encanto y muy concurrida, la alcazaba o kashba, fortaleza que ha sido restaurada, donde no entramos.
                                                                     

En la plaza también se halla la Gran Mezquita, del s. XV, con su torre octogonal, nada frecuente en las mezquitas marroquíes.

La plaza está llena de terrazas de cafés y restaurantes y fue en uno de estos donde hicimos la comida,
                                                                   


                                                                         

tras la cual llegamos hasta el final del pueblo para ver los famosos lavaderos públicos, ubicados en las faldas del manantial de Ras-el Mâa, donde mujeres del pueblo y alrededores acuden, ataviadas algunas con sus sombreros tradicionales, a lavar la ropa, y otros utensilios y a socializar con las otras mujeres, hablando y comentando las noticias y comidillas del pueblo, y en ocasiones con peleas entre ellas.
                                                                               

Es posible, que estos lavaderos fueran construidos durante el Protectorado de España,  dada la similitud arquitectónica con lavaderos españoles de los años 40 y 50 del siglo pasado.

Para acabar nuestra visita a Chefchauen nos sentamos en una terraza de la plaza Uta el-Hamman a tomar un te con hierbabuena, que nos supo a gloria.

1 comentario:

  1. Maravilloso tu recorrido con todas las explicaciones. Estuve alliaen 2015. Es una ciudad preciosa.

    Besos, Ana

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