miércoles, 22 de abril de 2009

Capítulo VI. El Nilo y Kom Ombo

Volvimos pues al barco, a la temprana hora de las diez y media, llenos de las impresiones que nos había producido el maravilloso templo de Edfú.

Como compañeros teníamos, entre otros, a un grupo de chilenos, que habían venido de tan lejos a conocer Egipto y para luego continuar hasta Tierra Santa. Habíamos conocido la noche anterior, a una señora chilena, de profesión juez, que nos invitó a una misa, que iba a celebrar para el grupo el sacerdote que iba con ellos. Nos pareció una buena idea. Los acompañamos en la ceremonia, que resultó edificante. Un descanso en medio de tantos dioses y tantos cultos complicados.

El resto del día hasta por la tarde navegamos por el Nilo, contemplando sus márgenes, espléndidas y variadas. Desde la cubierta se apreciaba el largo oasis que circunda las dos riberas, y que pocas veces es casi inexistente. En esas ocasiones el desierto está tan cerca que casi da miedo.

Egipto fue llamado "el don del Nilo", y nada es más verdad. Del Nilo ha dependido Egipto durante milenios. Ha sido fundamental para el desarrollo de su civilización desde la Edad de Piedra. Es un río de mas de 6.000 km de largo, de los cuales mas de 3.000 están en Egipto.

Como decía antes, es un gigantesco oasis que se debe a las crecidas anuales de su caudal. En verano, durante tres meses, el río se desbordaba e inundaba las tierras adyacentes, aportando un limo muy fértil. Cuando el agua se retiraba, los antiguos egipcios plantaban y cosechaban trigo y cebada, pescaban y cazaban aves en sus riberas, de tal manera que vivieron mejor que otros pueblos de la antigüedad.

También les proporcionó un larguísimo y cómodo medio de comunicación, sin accidentes geográficos, sin mareas ni vientos, por el cual transportaban en barcazas alimentos, bloques de piedra para sus construcciones y todo tipo de productos. La mayor parte de la población, todas la ciudades del Medio y Alto Egipto están en sus riberas, y también la mayor parte de sus grandes monumentos.

Los antiguos egipcios creían que la crecida era provocada por el dios Hapi, que cada verano levantaba su sandalia y dejaba correr el agua que había estado reteniendo en una cueva. Hoy se explica científicamente y se sabe todo al respecto, pero... su explicación es más imaginativa.

Los Egipcios no sabían donde nacía el río. Ahora se sabe que nace en el lago Victoria, atraviesa las montañas africanas, selvas ecuatoriales y desiertos, para desembocar en el Mar Mediterráneo formando un Delta con siete brazos.

La inundación anual implicó que un poder fuerte se tuviera que hacer cargo de la organización de las crecidas y de los numerosos canales, diques etc. que necesitaba la irrigación. A ello se dedicaron todos los gobernantes de Egipto, desde la más remota antigüedad.

Descansamos después de comer y luego subimos a la cubierta a tomar una taza de té mientras navegabamos contemplando sus variadas orillas, rumbo a nuestra siguiente parada: Kom Ombo.

Al cabo de una rato oímos unas voces que provenían del exterior y al asomarnos vimos que unos cuantos habitantes de las riberas se habían procurado una barca y gritaban para atraer la atención de los pasajeros y tratar de venderles algunos productos: gorros, pañuelos, vestidos, collares, etc., y yo qué sé... lo cierto es que no me interesó más que el espectáculo. Habían amarrado su barca al costado del barco y se dejaban llevar por el mismo. Sin duda algo de negocio harán, ya que los numerosos barcos, que como el nuestro, navegaban por el río rumbo a Kom Ombo llevaban cada uno su correspondiente "rémora".

Llegamos a Kom Ombo cuando la tarde ya declinaba. La vista desde el barco es magnifica. Además de la luz del atardecer, que desde mi punto de vista es la más favorecedora del día, el templo, mejor dicho los templos, pues son dos, están en un pequeño promontorio, y se les puede ver desde lejos.

Kom Ombo, llamado por los egipcios Nubt "Ciudad de oro", tiene dos templos, uno pequeño, más alejado del río, dedicado a Isis y el gran templo dedicado a dos divinidades que parecen antagónicas: Sobeck el dios cocodrilo y Haroeris, Horus el Grande, el dios halcón. Al igual que la dedicatoria, todo en ellos está duplicado; es totalmente simétrico, tiene dos entradas, dos salas hipoótilas, dos santuarios.

Los cocodrilos abundaban en esa parte del Nilo, de ahí la dedicación a Sobeck, un dios dañino; después se le añadió el culto a Haroeris, un dios benigno, en un intento de sincretismo.

El templo que vemos es de la época ptolemaica. Lo empezó a construir Ptolomeo VI, Filometor, en el s. II a.C., y lo acabó Ptolomeo XI, Soter II, un siglo después. Hubo allí culto desde la Dinastía XVIII, y todavía los emperadores Augusto, Tiberio y Domiciano continuaron con su embellecimiento y decoración.
El templo está en ruinas, en una parte debido a la humedad del río que ha socavado sus cimientos, en otra gran parte porque ha sido utilizado como cantera para otras construcciones.

Aún así es impresionante. Maravilla, una y otra vez, lo magníficos constructores que fueron los egipcios; qué sentido de la belleza tenían y cómo pudieron hacer esos enormes templos.

La visita la hicimos con los últimos y dorados rayos de sol y con la iluminación que está instalada para resaltar el monumento. De esta forma, como pasa siempre, las imperfecciones se atenúan y desaparecen, todo parece mágico.

Hay que hacer lo mismo que en todos las visitas a templos, sólo que aquí hay menos espacios cerrados debido al estado del templo. Cuando la multitud se retira se puede estar más tranquilo.

Entre las curiosidades, hay en los muros del deambulatorio unos bajorrelieves referentes a la función médica del templo, que servía de "hospital", con una serie de instrumentos quirúrgicos, no demasiado distintos de los que se usan hoy día; hay también un parto, con la mujer en cuclillas.

También hay numerosas representaciones del dios Sobeck, e incluso unos cocodrilos momificados de aquella época, en la capilla de Hathor, diosa que también tiene su culto en este templo.
Asimismo aquí hay un mammisi, paritorio donde nació Horus, muy deteriorado; y un nilómetro para medir la crecida y calcular los impuestos.

Todavía nos esperaba diversión en el barco pues nos habían anunciado una cena con especialidades egipcias. Habían dispuesto el comedor con adornos y velas. Lucía muy bonito. La cena consistió en un bufet con delicias de la cocina egipcia. Nos gustó mucho y nos pareció
bastante similar a la cocina de Oriente Medio, libanesa, palestina, islaelí...

El collage esta hecho con una pequeña muestra de algunos de los platos más característicos:
  1. Tahine o crema de sésamo
  2. Mahsi, verduras rellenas de carne picada, cebolla, perejil, hierbas
  3. Aish bafadi o pan, delicioso
  4. Baklava, pastelitos de hojaldre y frutos secos empapados en miel, que a mí me resultan algo empalagosos, pero que son muy apreciados en general
  5. Umm ali, mezcla de pan o arroz con pasas, frutos secos y crema, mi preferido
Y aquí uno de los platos ya bien surtidos con los que nos regalamos.

Hasta el próximo capítulo.

miércoles, 8 de abril de 2009

Capítulo V. Edfú

Salimos del barco después de desayunar y de buena hora, como todos los días, algo así como las siete y media, para realizar la visita más importante del día; el templo de Edfú.

Cuando llegamos al templo, los turistas afluían en gran cantidad de autobuses. Según la costumbre de los guías egipcios, todos, y éramos muchos, nos tuvimos que meter juntos en el templo, oír al guía bien comprimidos y una vez acabada la breve explicación, salir de nuevo todos juntos.

En los cinco minutos que nos dejaban para hacer fotos y contemplar tanta maravilla, era mejor emplear dos minutos en esperar que el gran tropel saliera y estar tranquilos los tres minutos restantes.

Esta ciudad, situada en la ribera oeste del río, en un valle resguardado de las crecidas del Nilo, es la Apolinopolis Magna de los griegos; llamada Uetyeset-Heru (Lugar donde Horus es alabado) y Dyeba por los egipcios, del cual deriva el nombre copto de Etbo, y de este, el árabe Edfú.

En el lugar hubo un templo dedicado al dios halcón Horus, desde tiempos prehistóricos, y varios faraones construyeron allí, pero el templo que hoy podemos ver es de la época de los Ptolomeos, sucesores del general de Alejandro Magno, al que tocó Egipto en el reparto que se hizo del imperio a su muerte. Los Ptolomeos adoptaron la religión y gran parte de las costumbres de los egipcios como método para que su dominacion fuera aceptada por los poderosos sacerdotes y por la sociedad egipcia; hay que decir que muchas de las costumbres egipcias les fascinaron de tal manera que las prefirieron, por ej. los ritos funerarios de los conquistados .

El templo de Edfú fue iniciado por Ptolomeo III Evergetes. Tardó 180 años en estar acabado. Durante su construcción hubo periodos de gran agitación politica por aquellos lugares, de tal manera que los artesanos que esculpieron en las paredes los "cartuchos" con el nombre del faraón de la época, los dejaron vacíos para no tener que estar borrando.

Forma parte de los tres importantes templos de los Ptolomeos dedicados a la Triada Isis, Hathor y Horus.

Según la mitología egipcia, Horus hijo de Isis y esposo de Hathor residía en Edfú. Una vez al año Hathor, cuyo templo estaba en Dendera, viajaba hasta el templo de Edfú para encontrarse con su esposo Horus, celebrándose una gran fiesta.

El templo es el mejor conservado de todos los de Egipto, en parte gracias a que estuvo casi sepultado por la arena durante siglos. Es totalmente egipcio, pero algo del genio griego también se pude ver, p.e. en la gran variedad de formas de los capiteles de las columnas, y en el equilibrio entre sus diversas partes.

Es verdaderamente impresionante.

Esta precedido por el pilono con sus dos torres, donde el faraón Ptlomeo está representado agarrando a sus enemigos de la cabellera, según la iconografía consagrada. Las dos torres son como un espejo una de la otra y son bellas e impresionantes.

El templo es enorme; sorprende el deambulatorio alrededor de las capillas y el gran número de éstas, diez, dedicadas a diversas fases del culto; el santuario tiene la cripta para la estatua del dios y una reproducción de la barca sagrada.

Todas las paredes están decoradas con escenas del mito de Horus,

su lucha contra su tío Seth, el malvado, que había matado a su propio hermano Osiris, padre de Horus; escenas del nacimiento de Horus y por supuesto del faraón haciendo ofrendas a todos los dioses.

Los patios y las salas hipóstilas son magníficas: estas últimas conservan parte de las pinturas, algo chamuscadas y ennegrecidas, ya que el templo fue usado como vivienda e iglesia por los cristianos, llamados en Egipto coptos, en tiempos antiguos y como almacén, establo y cuartel hasta el s. XIX. El arqueólogo francés Mariette, gran egiptólogo, fue el que lo desenterró.

En el exterior hay un "mamissi" o paritorio, donde nació el dios Horus,

y un nilómetro, para ver el nivel de la crecida del río, que servía para calcular los impuestos.

Hay dos magnificas estatuas de Horus, una a la entrada de la primera sala hipóstila, en la que el Halcón esta coronado con la doble corona de Egipto y otra más antigua antes del pilono; por cierto para poder sacarse una foto con Horus sería oportuno tener una tira de números para coger vez.

Alrededor del aparcamiento de los autobuses han montado innumerables tenderetes, desde donde nos gritaban los precios de las diversas mercancías, pero no hubo tampoco tiempo para comprar. Este lugar no era el designado para tal fin.

Así que volvimos al barco a la temprana hora de las diez y media. Todavía nos esperaban muchas experiencias para el resto del día, pero eso será tema para otro capítulo.

viernes, 6 de marzo de 2009

Capítulo IV. El Valle de los Reyes

Seguimos las visitas en este día cargado de impresiones artísticas y visuales.

Paramos para ver el gran templo funerario de Hatshepsut, de la XVIII Dinastía, sucesora de su padre Tutmosis I, a título de faraón, como única mujer-faraón de la milenaria historia de Egipto.

El templo fue diseñado y construido por el administrador, arquitecto y probablemente amante de la reina, Senenmut, como lugar de su póstuma veneración y para gloria del dios Amón, cuyos poderosos sacerdotes fueron aliados de Hatshepsut.

Por casualidad, pues entonces no sabía que iba a ir a Egipto, había leído recientemente la novela histórica La Dama del Nilo, de la escritora Pauline Gedge, que recomiendo a los amantes del género. Es entretenida e ilustra la vida de esta reina y su época. Con esta información disfrute la visita aún más.

Fue una pena que nuestro guía decidiera que sólo vieramos el templo de lejos: según dijo, lo más interesante es la vista general, pues han hecho diversas irregularidades en su reconstrucción; nos tuvimos que conformar con ese punto de vista... mientras otros turistas ascendían por la escalinata principal hacía el interior.

El templo, Dyeser-Dyeseru, nombre egipcio que significa "El Sublime de los Sublimes" situado en Deir el-Bahari, es uno de los monumentos más originales y bellos de todas las construcciones egipcias. Tiene una serie de terrazas escalonadas, con columnas y largas rampas, que seguramente estaban adornadas con jardines. Su emplazamiento esta magnificamente elegido, con una montaña que sirve de fondo y rocas escarpadas alrededor. Parece un lugar preparado por la naturaleza para este templo, tan bien combinan ambos.

Aunque Hatshepsut fue nombrada heredera por su padre, al no tener hijos varones, tuvo que casarse con su hermanastro, Tutmosis II, hijo de una esposa de poco rango, y coreinar con él.

Tutmosis II murió pronto, dejando dos hijos, una niña de Hatshepsut y un niño de una concubina, el futuro Tutmosis III. Según las costumbres egipcias este tenía que casarse con la hija de la reina-faraón, matrimonio que fue dilatado indefinidamente por Hatshepsut. Mientras ella se hacia proclamar hija de Amón, como pocos faraones habían osado hacer, y gobernaba durante largos años, relegando a su sobrino y sucesor, aunque dándole una muy buena formación, tanto cultural como militar.

Su reinado fue de gran prosperidad para Egipto y ella fue una gran constructora; además de su grandioso templo funerario, mando construir la "Capilla Roja" en Karnak, y los obeliscos mayores que se habían construído en Egipto hasta esa fecha.

Pero cuando Tutmosis III accedió al trono, eliminó la memoria de su tía-madrastra, destruyó muchas de las imágenes, tanto esculturas como pinturas, haciendo borrar su nombre de las inscripciones. La condenó a la muerte y el olvido eternos, castigo terrible para los egipcios, haciendo que su reinado figurara como continuación del de su padre.

Ha sido un largo trabajo de los arqueólogos rescatar a Hatshepsut de esa terrible condena, la peor para los egipcios, y volver a situarla en el lugar que tuvo esta fascinante mujer.

De ahí viajamos hasta el Valle de los Reyes, que está cerca. Dicho Valle dominado por el pico el-Qurn, que tiene forma de pirámide, está formado por una serie de gargantas o antiguos cursos de agua donde construyeron sus tumbas los faraones de las dinastías XVIII, XIX y XX, a partir de Tutmosis I. También hay sepultados allí reinas, príncipes y grandes dignatarios. Hay 62 tumbas catalogadas y otras muchas todavía por excavar.

En el Valle de los Reyes está la famosa tumba de Tutankamon, faraón de la XVIII Dinastía que murió entre los 17-19 años después de reinar menos de diez años.

Esta tumba fue descubierta en 1.922 por el arqueólogo inglés Howard Carter, que trabajaba para Lord Carnavon, un coleccionista de antigüedades.

La importancia de la tumba de Tutankamon se debe a que se halló prácticamente intacta, con todo su ajuar funerario. Este se componía de variadas y maravillosas piezas. Todo lo que el faraón podía necesitar para su vida eterna. El sarcófago de más de 5 m de largo y 3 de alto, contenía otros sarcófagos hasta llegar al de la momia real, y estaba enteramente recubierto de oro. Mucha gente conoce la encantadora y joven faz deTutankamon, gracias a su máscara mortuoria de oro. Pero... no visitamos esta tumba, que por otro lado estaba en obras. Tuvimos ocasión de contemplar esos tesoros en una visita posterior al Museo Arqueológico de El Cairo.

En el Valle de los Reyes sólo es posible visitar diez de la tumbas, aunque no son siempre las mismas. Las van rotando para evitar el deterioro producido por el contacto con los visitantes.
Desde la entrada hasta el comienzo de la zona funeraria se puede ir y volver en un trenecito con toldo, que siempre se agradece dada la intensidad del sol y el calor.


Nosotros sólo bajamos a tres, y digo bien bajar, pues están excavadas en la roca y el descenso a la tumba, propiamente dicha, es angosto tanto a los lados como por el techo. Hay que ir a gatas en algunas de ellas, otras son muy empinadas. En algunos casos las paredes de los corredores están pintadas y se conservan en perfecto estado. También hay inscripciones jeroglíficas; escenas del Juicio al que son sometidos todos los hombres; en general todo referente a la relación del correspondiente faraón con los dioses de Egipto y con su vida futura. Da pena que la visita sea tan reducida. Yo tuve la ocasión de ver en el Museo Arqueológico de Madrid la exposición de la exacta copia de la tumba de Tutmosis III. Una tumba grande que tiene sus paredes decoradas con el Libro de los Muertos, en dibujos esquemáticos, pero fascinantes. Me resultó muy interesante. Con las técnicas modernas se puede copiar el dibujo de la roca y resulta como el original.

Así que en total conozco cuatro de las 62 catalogadas. Hubiera visitado varias tumbas más, pero cuando va uno guiado, no tiene más remedio que seguir al guía.

Este nos llevo a continuación a una fábrica de objetos de alabastro, material que en Egipto ha sido utilizado desde la Antigüedad. Los artesanos que se dedican a esto viven por aquellos alrededores, y según nos contó Y., están siendo desalojados, ya que el gobierno egipcio quiere dejar aquello como zona turística únicamente. Ellos están muy disgustados, pero no tiene más remedio que irse: aquel es un país que lleva 40 años o más en estado de excepción.


La exhibición de la fábrica de alabastro comprendía una parte en el exterior,

con unos jovenes artesanos vestidos a la moda egipcia, y una tienda con preciosos objetos de ese material y algún otro. Varios de los del grupo compraron recuerdos.

Después volvimos atravesando el Nilo de nuevo, a nuestro barco, donde comimos y descansamos. Por la tarde subimos a la cubierta del barco donde nos ofrecieron té con pastas, mientras el barco navegaba a lo largo del río,

pasando por la esclusa de Esna. Ya era de noche, el barco iba muy muy despacio. Nos asomamos a la ventana del camarote para comprobar que íbamos emparedados durante un buen rato. Pero todo transcurrió felizmente.

En la cena C. nos invitó a un tinto local y luego brindamos por él, con una grapa.