sábado, 26 de diciembre de 2009

Capítulo XV. El Cairo, copto, islámico, egipcio.

Último día de estancia en Egipto; nuestras fascinantes dos semanas de viaje llegaban a su fin.
También lo aprovechamos bien. Nos quedamos en El Cairo, y dimos una vuelta por tres de los elementos, entre otros, que han conformado su imagen y su cultura:

  • Copto
  • Islamico
  • Egipcio
El nombre de copto designaba a los egipcios en general, pero ahora se refiere solamente a los cristianos. Los coptos son los egipcios cuyos antepasados abrazaron el cristianismo en el s. I.

En primer lugar visitamos el barrio copto, en la zona más antigua de la ciudad, surcado por callejuelas, de aspecto descuidado. Se entra por una gran puerta que da a una estrecha calle que conserva su antiguo empedrado.

Hay muchas iglesias en el barrio; nosotros sólo tuvimos ocasion de visitar la elegida por el guía: fue la iglesia de San Sergio y San Baco, llamada también Abu Serga, construída sobre una cueva que según la tradición albergó a La Sagrada Familia, cuando escapó de Herodes.

Considerada la más antigua del barrio, es el modelo de las primeras iglesias coptas, de planta basilical y con un iconostasio. Fue construída en el s. V,  y ha sido reconstruída y restaurada en numerosas ocasiones. Como sucede con los santuarios religiosos, sobre todo tan antiguos, dentro se percibe una atmósfera trascendente.Tanta antigüedad y tantas oraciones elevadas al Altísimo le dan un halo sacro.

Nuestro guía se mostró muy ufano al explicarnos la tradición de la gruta subterránea, debajo de la iglesia, que fue habitada por la Sagrada Familia, de ahí que él pensara que en Egipto se desarrolló el primer cristianismo. Sólo tuvimos la información, pues la gruta no la vimos.
Hay que tener en cuenta que Y. se había presentado como buen musulmán. Su conocimiento del Cristianismo era reducido, no pasaba de algún cliché al uso en ese país.

Seguidamente, allí al lado, visitamos la Sinagoga de Ben Ezra.

Este templo judío fue antiguamente una basílica cristiana, construida, a su vez, sobre una antiquísima sinagoga fundada por los judíos, que conducidos por Jeremías volvieron a Egipto, en el s.VII a.C., justo en el lugar en que Moisés se detuvo a rezar en el s. XIII a.C. Tengo que decir que las fechas en Egipto siempre asustan.

El gran rabino Ben Ezra consiguió recuperar los terrenos, sobre los que estaba la iglesia, para los judíos en la Edad Media y ordenó reconstruir la sinagoga. A pesar de sus muchas reconstrucciones, aún se puede ver la planta basilical originaria. Su última destrucción se debió a un incendio. Recientemente ha sido restaurada por un magnate judío, tal como era en tiempos antiguos. En una de las restauraciones, durante el s.XIX, se decubrió, en una cámara secreta, un enorme archivo, que constituye una gran fuente de información sobre El Cairo de la época fatimí.

Después de esto dejamos el barrio copto para ir a la Ciudadela de Saladino en lo alto de la ciudad, en la colina Muzzattam. Para llegar a la Ciudadela atravesamos parte de la ciudad, con su tráfico imposible, su densa contaminación, viendo lo que podíamos al pasar.

Hay un cementerio enorme, ya cerca del recinto amurallado, donde sucede un fenómeno, único en el mundo; los vivos viven en las moradas de los muertos. Allí, en efecto, hay numerosos mausoleos, algunos grandes, que han sido ocupados por familias enteras, que, es de suponer, no tienen otro lugar donde vivir. Por supuesto que no hay tendido eléctrico, ni red subterranea sanitaria. Los muertos no lo necesitan. A ese grado de hiperpoblación y miseria ha llegado esta ciudad.

Enfrente de la Ciudadela hay una antiquísima cantera de la cual extraían los egipcios de la época faraónica la piedra necesaria para sus monumentos.

Dentro de la Ciudadela hay unas cuantas mezquitas y unos cuantos palacios, de los cuales visitamos un solo monumento, la Mezquita de Alabrastro. La Ciudadela fue amurallada por Saladino en el s. XII para protegerla de los ataques de los Cruzados, pero su fundación es más antigua, data del s.IX.

Allí residieron todos los gobernantes de Egipto desde la conquista árabe hasta el s. XIX. Su último restaurador y embellecedor fue Mehmet Ali, constructor de la Mezquita de Alabastro y fundador de la última y efímera monarquía egipcia.


  • Exterior de la Mezquita de Alabastro
  • Patio con la fuente de abluciones y el reloj cambiado por Francia, a la derecha en alto
  • Cúpula de otra de las mezquitas
  • Mausoleo de Mehmet Ali
El autobús tuvo que quedarse al pie de las murallas; subimos a pie, ofreciéndosenos otro espectáculo: cientos de niños de las escuelas de El Cairo son llevados a ver ese monumento, por turno, todos los días. Eran niños de diversas edades, vestidos de las maneras más variopintas, tanto a la europea, como con ropas más tradicionales. Iban muy contentos, hablando y riendo, daba gusto verlos.

En esta mezquita se puede entrar, siempre que vayas descalzo, hay una fundas para los pies, que te proporcionan a la entrada, y las mujeres con los brazos cubiertos; aquí no es necesario llevar el cabello cubierto, como por ejemplo en Turquía.

Dentro había gran cantidad de gente, pero se podía circular bien. La mezquita es un monumento fastuoso de estilo ecléctico. Todo el material es, como indica su nombre alabastro, en cuanto a la piedra; también hay otros materiales preciosos, como maderas, dorados y lámparas.
El arquitecto se inspiró en el arte europeo, Renacimiento sobre todo, con toques orientales. En su interior, entre otras curiosidades, está la tumba del fundador de la última dinastía egipcia: Mehmet Ali. Se cree que había nacido en Grecia, aunque era de origen albanés. Fue cuando Egipto estaba en poder de los otomanos cuando Mehmet Ali, brillante soldado, aprovechó un vacío de poder para convertirse en el dueño de Egipto, al que desarrolló y modernizó.

En uno de los muros del patio esta instalado el reloj que Francia cambió por el obelisco, procedente de Luxor, que es el centro de la plaza de Concordia, en París. Cambio totalmente desigual, pues el tal reloj es una obra menor del Modernismo y además nunca funcionó.

Desde la balaustrada del patio se ve una gran panorámica de El Cairo, empañada por la densa contaminación.

Debajo y cerca, está la mezquita de Al Rifai, donde está la tumba del último sha de Iran, Mohamed Reza Pahlevi, derrocado por el ayatolá Jomeini, que instauró una República Islámica, en 1979.

Todavía nos quedaba otra visita al Egipto islámico: Un paseo por el zoco Jan al-Jalili, que debe su nombre a un antiguo caravanserallo construido en el s. XIV. Se accede a él por la calle Sikka al-Badistan enfrente de la mezquita al-Hussein, que alberga las reliquias de al-Hussein el último hijo del profeta Mahoma, santo martír de los chiitas. De ella sólo vimos el exterior, ya que nuestro guía tenía orientada la visita a nuestras posibles compras.

El zoco es uno de los elementos característicos de la cultura oriental. En un dédalo de estrechas callejuelas se van sucediendo toda clase de negocios, ropa para ponerse, ropa para la casa, objetos de adorno, algunos quizás de alguna utilidad, mientras otros no se sabe qué son, platerías, joyerías, muebles... un sin fin de cosas. Ya que estuvimos un buen rato deambulando por allí, finalmente compramos una cucharita de plata, como recuerdo. En una estrecha callejuela del zoco está el café al-Fichaui o "Café de los Helados" lugar de encuentro de artistas e intelectuales a principios del s.XX. Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura de 1988, hizo de él su cuartel general.

Después de esta visita fuimos a comer. Lo hicimos en uno de los barcos que están atracados a orillas del Nilo, enfrente, casi, de nuestro hotel. Estos barcos, algunos de los cuales dan paseos por el río, se dedican también a la restauración y creo que algunos hacen de discotecas por la noche.

El lugar era agradable, veíamos el Nilo mientras comíamos. La comida, de buffet, era poco apetitosa, pero la localización muy buena.

Aún nos faltaba otra gran visita. Al Museo Egipcio de El Cairo. Como ya he contado, C. y yo habíamos ido el primer día de nuestra estancia en la ciudad. Ir otra vez no nos importaba, al contrario.

Esta vez era una visita guiada, con Y., que lo hizo en orden cronológico y muy bien. Empezamos por el Imperio Antiguo, del que hay allí piezas soberbias. Desde mi punto de vista el arte egipcio alcanzó la cima en sus principios; sólo puedo mostrar unos pocos, muy pocos ejemplos de cada uno de los periodos:

Imperio Antiguo


  • Estatua del faraon Kefren (Jafa), IV Dinastía
  • El general y sacerdote de Heliopolis Rahotep y su esposa Nofrit, IV Dinastía
  • Estatua de Cheik-el-Beled, IV Dinastía
  • Relive de Hezy-Ra, de su mastaba descubierta en Saqqara, III Dinastía
Imperio Medio


  • Estatua del faraón Sesostris III, XII Dinastía
  • Estatuta del faraón Mentuhotep II, XI Dinastía
  • Relieve del sarcófago de la reina Kawit, en Deir-el-Baari, XI Dinastía
  • Maqueta de una barca real
Imperio Nuevo

De esta etapa hay mucho en el Museo, pero sólo mostraré algunas imágenes del tesoro de la tumba de Tutankhamnon, que vimos con detenimiento


  • La máscara de oro de Tutankhamon
  • Ojo de Horus
  • El trono, donde está representada una escena familiar del faraón con la Gran Esposa Real Anjesenamon.
  • Estatua representando el "Ka" de Tutanhkamom
  • Caja que contenía los vasos canopos
  • Tutankhamon en su carro de guerra venciendo a los enemigos de Egipto
Esta tumba, la única que se ha encontrado intacta, produjo en el momento de su descubrimiento una gran emoción entre los arqueólogos, y demás público interesado.

Todas la tumbas habían sido saqueadas desde la antigüedad. Por muchos cuidados y complicados
pasadizos, laberintos y otros ingenios que se pusieran en las tumbas de los más importantes personajes, empezando por el faraón, los mismos que habían hecho las diferentes obras tenían información para volver a entrar y llevarse los tesoros. Había redes orgnizadas con ese fin.

La tumba de Tutankhamon, en el Valle de los Reyes, la Necrópolis de Tebas, había quedado enterrada por un derrumbamiento de muy difícil acceso, así que fue olvidada por los ladrones, y eso la salvó para el futuro. Fue el arqueólogo inglés Howard Carter, el que, por encargo de lord Carneavon, trabajó durante varios años, hasta encontrarla en 1.922.

Tutankhamon, faraón de la XVIII Dinastía, falleció a los 19 años, y reinó unos nueve años. Por lo inesperado de su fallecimiento tan joven, la tumba tuvo que ser hecha a toda prisa, y es relativamente pequeña. Sin embargo sus tesoros son de la más alta calidad. ¡Qué no serían las de los de los faraones longevos, que se dedicaban toda su vida a preparar su tumba!

A pesar de tan corto reinado, Tutankhamon tiene cierta importancia en la Historia egipcia, pues fue el sucesor del faraón hereje Akhenaton; no se sabe si era su hermano o quizás su hijo, de hecho su nombre de la época de Amarna, capital de Akhenaton, era Tutankhaton. Tutankhamon volvió a la ortodoxia religiosa y restableció el culto de Amón y con el a los sacerdotes de Amón que habían estado muy enfadados, en la etapa de su predecesor.

Muchas obras de su tumba tienen un aire, digamos amarniano, pues Akhenaton no sólo instauró un nuevo culto religioso, el culto al disco solar como único dios, sino que revolucionó el arte egipcio, haciéndolo más realista, menos rígido.

De Tutankhamon sabemos que estaba casado con la princesa Ankhesenamon, anteriormente llamada, en tiempos de la herejía, Ankhesenaton, una de las hijas de Akhenaton y Nefertiti.

Y para acabar, otras pocas imagenes de la tumba:


  • Rótulo de la tumba de Tutakhamon, en el Valle de los reyes
  • Pinturas murales en la tumba
  • El dios Anubis en forma de chacal
  • La máscara funeraria de oro, vista de perfil
Demasiadas maravillas para tan corta visita, aunque fuera la segunda. En ese Museo hay verdaderas piezas maestras del arte egipcio, por otro lado esparcido por el mundo en muchos museos y fundaciones.

Pero en Egipto, además de este magnifico museo, tienen el propio país, que es también un verdadero y gran muestrario de este arte. Y también como hemos visto de otras culturas, muy distintas, pero también interesantes.

Nuestra última velada la pasamos en el salón vip, disfrutando de deliciosos bocaditos egipcios, tanto salados, como dulces.

El viaje había acabado, pero las sensaciones "egipcias" son fuertes y se conservan mucho tiempo.

Espero haberos entretenido durante algun rato, en que no tuvierais cosa mejor que hacer que visitar Egipto a través de mis ojos.

Saludos a todos, y hasta que otros viajes nos reunan en mi blog.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Capítulo XIV. Las Pirámides

De vuelta de Menfis, hacia la otra parte de la necrópolis menfita, las grandes pirámides de Giza, paramos en una fábrica de papiro. Todos los turistas tienen que someterse, de grado o por fuerza, a estas visitas de "compras". Suelen llevarte a las más diversas tiendas, que ya tienen preparadas en grandes locales, con miles de objetos, algunos fastuosos, que pueden ser comprados.

En Egipto es molesta la costumbre del regateo. Esta práctica hoy desechada en muchos países, forma parte de la cultura oriental desde tiempos antiquísimos; nosotros la abandonamos después del descubrimiento, por parte de los comercios, del "precio fijo" que se supone es más ajustado desde el primer momento. Hay personas a las que les gusta el regateo, entre las cuales no me cuento. Sólo lo hago si no tengo más remedio, y a veces, es asombroso como puede bajar el precio en poco tiempo, con lo cual te queda la sensación de que no lo has hecho bien del todo y no has agotado todas las posibilidades de rebaja.

Bien, pues decía que entramos en una fábrica de papiros. Hablemos un poco del papiro. Procede de una planta acuática, común en el Nilo, y en algunos países mediterráneos. Su nombre egipcio per-peraâ, flor de rey, pasó helenizado, a papiro, del cual deriva la palabra papel. Este material fue empleado por los egipcios desde los más antiguos tiempos, debido a sus cualidades de accesibilidad y resistencia, para sus manuscritos. Su elaboración era monopolio real, y fue muy apreciado entre los pueblos de la cuenca oriental del Mediterráneo, siendo exportado en rollos de gran valor, durante siglos. El fragmento más antiguo que se conoce procede de la tumba de Hemaka, visir del faraón Den, de la I Dinastía, en la necrópolis de Saqqara.

En la fábrica nos mostraron la planta, tal como es en la naturaleza, nos explicaron el proceso de fabricación del soporte de papiro, que es muy curioso e interesante, y luego nos mostraron copias de papiros faraónicos, que tapizaban las paredes del local, informándonos de que estaban realizados por estudiantes de la Facultad de Bellas Artes de El Cairo, y que venían con un certificado. Todo esto era innecesario, pues la vista de los papiros ya nos indicaba que eran de calidad, pero, así ellos se quedan más tranquilos...

Hay maravillosos papiros copiados tal como eran , y papiros modernos, con motivos antiguos, sobre imágenes que originalmente son frescos, estatuas, muebles, todos encontrados en las tumbas que se hicieron a lo largo de toda la historia de Egipto. Nos resultaron de lo más atractivo y, no hay que dejar de lado cuando uno viaja lejos, facilmente transportables. Tuvimos que seleccionar mucho y aún así compramos media docena.

Luego llegamos a la gran meseta de Giza, cerca de El Cairo, donde estan las tres pirámides.
De todos los monumentos que nos ha legado la civilización egipcia los más portentosos y emblemáticos son las tres grandes pirámides de Giza, tumbas de los faraones Keops, Kefren y Micerino, en egipcio, Jufu, Jafra y Menkaura , de la IV Dinastía, (a. 2.500 a.C) en el Imperio Antiguo. Fueron famosas desde la Antigüedad, visitadas y admiradas por viajeros como el historiador y geografo griego Herodoto, al que también se puede calificar como el primer turista de la Historia.

No se sabe con certeza como se construyeron, pues no se ha conservado ningún documento de la época que lo describa, pero muestran los grandes conocimientos de los técnicos egipcios y la gran capacidad de organización que poseían, para erigir tales monumentos con medios muy simples, como trineos, rodillos, rampas e ingenios de madera, y... fuerza humana, desde luego.

La mayoría de los enormes bloques de piedra eran cortados en canteras próximas a la construcción, que todavía se pueden contemplar enfrente de la Ciudadela de Saladino. Otros se transportaban desde las canteras del sur del país en grandes barcazas. Luego se colocaban sobre trineos y se arrastraban hasta su emplazamiento definitivo. Tampoco se sabe, a ciencia cierta, quiénes las construyeron. Existe la leyenda de que fueron miles de esclavos; pero hoy día se piensa que fueron obreros, bien tratados, ya que se han encontrado en el poblado cercano, donde vivían, muchos huesos de vaca y muchas raspas de pescado, suficientes para alimentar a miles de hombres durante casi un siglo. No hay que olvidar tampoco que el faraón era considerado un dios por el pueblo egipcio, y la fe que ese pueblo tenía en sus creencias. Y sabemos que la fe mueve montañas. La época del año en la que se realizaba la construcción era durante la crecida del Nilo. Entonces no se podía trabajar en el campo durante al menos tres meses, y la mano de obra vacante era empleada en estos trabajos de... "obras públicas". Además el agua llegaba hasta cerca de la pirámide y se podían trasladar los bloques de piedra, y los ingenios necesarios, en las barcazas.

La pirámide de Keops, la mayor, es el único monumento que queda en pie de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, hoy día declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tiene 145 m de altura y una base de 52 m2 y hasta la edificación de los grandes rascacielos fue el edificio más alto del mundo. Las piedras usadas en su construcción pesan más de dos toneladas cada una y tiene más de ¡dos millones de bloques!

En Giza se alzan las pirámides con su forma perfecta, pero esta forma es el resultado de una larga evolución de varios siglos y diferentes etapas: mastaba, mastabas apiladas y pirámide escalonada. En el plano simbólico la pirámide es un medio para que el faraón difunto ascienda hacia el firmamento y se reuna con su padre, el dios Ra (el Sol), y por otra parte es, en sí misma, una emanación de Ra; una cristalización de los rayos del Sol. Los egipcios tenían muchos más significados para las pirámides, pero seguramente estas dos son las más importantes.

Las otras dos pirámides, que corresponden a los sucesores, hijo y nieto de Keops: Kefren y Micerino, son más pequeñas, aunque enormes, y componen un magnífico panorama. También hay algunas pequeñas pirámides, que pasan casi desapercibidas, de familiares de los faraones allí sepultados, madres, esposas e hijos.

Contemplamos con el mismo asombro y admiración que las generaciones anteriores, esta obra ciclópea y perfecta.

Después de pasear un buen rato por los alrededores de las pirámides, descendimos hasta la Gran Esfinge.

Las esfinges son animales mitológicos con cabeza humana y cuerpo de león.

La Esfinge de Giza es una enorme estatua tallada en un montículo natural de piedra caliza. Mide 20 m de altura, 72 de longitud y 14 de anchura. El rostro podría ser el del faraón Kefren.

Formaba parte de su templo funerario y está comunicada con su pirámide a través de una larga avenida procesional. Ha sufrido mucho con la erosión del tiempo y del maltrato humano, pero la arena, en la que estuvo sumergida ha ayudado a preservarla. En diferentes épocas fue restaurada y desenterrada.

Famoso es el sueño del faraón Tutmosis IV, de la XVIII Dinastía, que mientras descansaba a su sombra, después de una cacería, cuando era joven principe, oyo en sueños que la Esfinge le pronosticaba que sería elegido como rey, si la despejaba de la ardiente arena que la cubría. Aunque era un segundón, hizo lo que la esfinge le pedía y su augurio se cumplió. Una estela del faraón, que está entre las patas de la esfinge, lo relata.

Había sido una mañana muy densa; tantas maravillas, vistas sin descanso, nos dejaron agotados, aunque felices, llenos de sensaciones.

Fuimos a comer a un restaurante de Giza, desde donde se veían las pirámides a traves de los cristales y de un ligero vaho de contaminación. Nos ofrecieron comida casera local. Tardaron mucho, pero la comida fue abundante y bien preparada.

El día no se había acabado, ni mucho menos. La siguiente parada fue en una enorme joyería, donde también había artículos de adorno, como cajas con incrustaciones de nácar; cajas de marquetería; lámparas; tableros de juego; pequeños muebles de inspiración faraónica o árabe, etc.. Tenían cosas muy bonitas. Mi marido me ofreció un recuerdo que consistió en un escarabajo de oro y lapislázuli; un pequeño dios Khepri, que me encantó.

Llegados al Hotel, paramos poco tiempo, ya que teníamos programada una cena en el centro comercial de El Cairo. C. no se sentía bien y se quedó en la habitación.

El restaurante se llamaba Felfela, decorado en estilo oriental, pero como para turistas y efectivamente casi todos los que estabamos allí, que éramos muchos, lo éramos. Este restaurante pasa por ser bueno, dan un menú de degustación, pero algo denso y pesado. Nada como la cena, con platos típicos, que disfrutamos en el barco.

El día, con los monumentos únicos, compras y comida se habia acabado.

Hasta el próximo capítulo.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Capítulo XIII. Menfis

Este capítulo va a ser más corto de lo que su sugerente nombre podría indicar. Efectivamente, Menfis, capital del nomo I, fue también la primera capital de Egipto; fundada alrededor de 3.050 a.C. por el primer faraón, Menes.

Menfis es hoy y, desde hace mucho tiempo, un lugar desolado que atraviesa un canal donde vierten hasta lo que suele ir por las alcantarillas. Toda clase de escombros se apilan a los lados del canal.

Menfis, en egipcio Inebu-hedy-"Muro blanco"-, -Anj-tauy -"Lo que Une los Dos Paises", Men-nefer, nombre de la pirámide de Pepi I, en Saqqara, utilizado a partir de la Dinastía XVIII como nombre para toda la zona, convertido por los griegos en Menfis y Hu-ka-Ptah -"El templo del ka de Ptah", de donde deriva el nombre helenizado de Egipto, tiene una gloriosa historia, de la que casi nada queda.

La ciudad propiamente dicha, o lo que pueda quedar de sus palacios, templos y demás edificios hay que buscarla en el área de cultivo al este de la necrópolis, enterrada por los depósitos de lodo que quedan tras las crecidas del Nilo. Cubierta por asentamientos, campos y vegetación, ha dificultado enormemente el estudio de los yacimientos arqueólogicos, de tal manera que pocas partes han salido a la luz: en Mit Rahina, el actual poblado y Saqqara, cerca de la pirámide de Teti.

Estaba situada en el sur del Delta del Nilo, en la región que unía el Bajo y el Alto Egipto. Fue la ciudad más importante del país durante gran parte de la historia egipcia, considerada siempre así, incluso cuando la capitalidad paso a otras ciudades.

Su necrópolis es la más extensa de todo Egipto; incluye Dashur, Saqqara, Abusir, Zawyet el-Arian, Giza y Abu Ruash, aunque estas dos últimas pertenecían administrativamente al nomo II del Bajo Egipto, en la Antigüedad.

El dios Ptah era su protector. Allí se desarrolló una de las cosmogonías más interesantes de la religión egipcia, ya que era considerado como soberano de los dioses, al haber creado el mundo a través de la palabra.

Lleva los títulos de "Señor de la Magia", "Señor de la Oscuridad", "Señor de la Verdad", "Señor de las Serpientes y de los Peces", nombres que podrían estar relacionados con su función creadora.

Menfis esta citada en la Biblia ocho veces; solamente expondré una de las profecías, que me parece se hizo efectiva con el devenir de los tiempos:

"Hazte equipaje de cautiverio,
moradora hija de Egipto,
porque Menfis será un desierto,
será asolada hasta no quedar morador"
Jeremías 46:19

Tuvo numerosos templos, el más importante dedicado a su dios tutelar Ptah, del cual sólo se conservan algunos sillares, pues fue utilizado principalmente para construir la fortaleza de al-Fustat por los árabes, que llegaría a ser El Cairo con el tiempo.

De tanta riqueza constructora, solo se han conservado las necrópolis menfitas y algunas pirámides del Imperio Medio.

A principios del siglo XIX los arqueólogos lograron encontrar su emplazamiento en la actual
Mit Rahina, localidad a 30 kms de El Cairo, y rescatar algunas estatuas con las que se ha fundado el Museo al aire libre de Menfis, lugar que visitamos a continuación.

La primera visita fue para la colosal y magnifica estatua del faraón Ramsés II, que se alzaba a la entrada del templo de Ptah. La estatua había caído de cara, lo que impedía ver el fascinante rostro del faraón; fue el ingeniero inglés Bagnol el que le dio la vuelta; podemos ahora contemplar toda la escultura gracias al recinto donde está instalada, con galería elevada para poder contornearlo. La estatua mide más de 10 m, a pesar de que le faltan los pies; tiene el lado izquierdo erosionado por el agua con la que estuvo mucho tiempo en contacto.

Ramsés viste un faldellín, lleva la doble corona del Alto y Bajo Egipto, su nombre aparece grabado en el pectoral, la hebilla del cinturón y en el hombro derecho. Es de lo más impresionante.

Ya al aire libre, en medio de un agradable jardín, hay otras estatuas, entre las cuales destaca la esfinge de alabastro, también procedente del exterior del templo de Ptah. Mide más de cuatro metros de altura por ocho de longitud y pesa 80 toneladas. Los egipcios, como ya hemos visto en otras ocasiones no se arredraban ante esas dimensiones. Puede que sea del faraón Amenofis II; nuestro guía nos dijo que quizás fuera de Hatsepshut, y efectivamente el rostro se parece mucho al de otra esfinge , más pequeña que hay a la entrada del Museo Egipcio de El Cairo, que se cree es ella.

Hay algunos restos arquelógicos más. Por allí paseamos el tiempo, siempre breve que nos dieron.

A pesar de las maravillas que llevábamos vistas, aún nos quedaba el plato fuerte del día, como si dijéramos, pero... eso ya será otro capítulo.